Leía hace unos días varias reflexiones sobre cómo se promueve el idealizar en lo que debes trabajar, como si de una búsqueda de la felicidad se tratara.
En ellas se argumentaba que se debía asumir que tu trabajo no tenía por qué gustarte, pero que es trabajo. Y así te quitarías ese peso de encima.
Pero a mí hay algo de esa reflexión que me deja fría.
No creo que la cuestión de idealizar tu trabajo y conformarte con lo que “te ha tocado”, sea la solución.
Porque, primero, de una forma u otra has elegido ese trabajo, y quedarte desde ese lugar haciéndolo de mala gana, con lo que todo eso conlleva (para ti, y para tu entorno), no será lo mejor.
Si estás en un lugar en el que realmente no quieres estar porque hay otra idea que te llama más, es importante que te preguntes ese para qué estás en ese otro lugar ahora mismo.
Y no solo el para qué…. algunas otras preguntas como: ¿Qué me aporta? ¿Qué beneficios obtengo? ¿De qué me aleja? ¿Me está acercando a mi ideal? ¿Me está dando libertad para llegar a mi para qué? pueden llevarte a resolver tu misterio y calmar ese posible enfado o, incluso, conformismo.
En cuanto a esa idealización, también plantéate cómo es ese ideal.
¿Estás filtrando lo que realmente quieres y estás siendo realista? Si está filtrado y no llega, ¿qué pasos estás dando para llegar a él? ¿Son los correctos? ¿Podrías determinar un punto intermedio que te haga sentir que lo estás alcanzando?
Para mí, es importante responder a ese para qué, porque no creo que el camino sea cuestión de conformarte por no haber llegado al ideal. Como comentaba, quizá tampoco estás en el lugar que te permita llegar a él.
Lo que está claro es que si decides quedarte sin querer hacerlo, (aunque, reitero nuevamente, ya lo estás eligiendo), la amargura te va a acompañar por fuera…pero también por dentro.
Y de la frase "Elige un trabajo que te guste y no tendrás que volver a trabajar ni un solo día”, mejor hablamos otro día.
Porque…A ver, no. Pues eso, idealizaciones las justas.
Que bastante daño hacen.